El concurso consistía en bajarte el software de prueba de Alien Skin y procesar una foto con sus plugins para Lightroom y Photoshop, pudiendo mostrar si querías el antes y el después.
La foto que envié quedó entre las 5 finalistas, y de esas eligieron la ganadora. Según ellos eligieron la que más realzaba la foto final y por tanto mejoraba muchísimo con el antes y el después. Era algo que me temía, ya que no sabría decir cual me gusta más, si la original (arriba) o la modificada (abajo), de todas maneras, estoy contentísimo con la mención honorífica, y más viniendo de una web que frecuento tanto como es Fstoppers.
La verdad es que no habría sido posible sin la modelo, muchas gracias Ari :)
Éste fin de semana tuve el placer de asistir a un taller que impartía el gaditano Horacio Arriaza en el que nos ha contado sus andanzas por la fotografía de bodas, desde la planificación hasta la posproducción, pasando por cantidad de historias y anécdotas. Todo ello en el Vendrell, Tarragona, dónde a parte de dar la mano a otros fotógrafos que se apuntaron al curso, también conocí a Leandro Crespi y pude ver su estudio.
Éstas son algunas de las fotos que hice durante una sesión de pre-boda a una pareja real (no son modelos). A decir verdad, estaba más atento a lo que hacía Horacio, como trataba con los clientes, qué les decía, … que a hacer mis fotos.
Siempre va bien ver como trabajan otros, y lo mejor de todo, hablar con fotógrafos de todo tipo aunque no se dediquen al mismo tipo de mercado para coger ideas de aquí y de allá e incorporarlas a nuestro estilo. Me gustó mucho el hincapié que hizo en construir una historia, un hilo conductor en cada sesión para que la totalidad tenga sentido, ya sea pensando en su publicación en la web o al hacer el álbum de la pareja.
Horacio es muy amigo de la luz natural y por eso en ninguna foto he usado flash. Algo a lo que no os tengo acostumbrados en este blog :)
Hace semanas que las luces navideñas están colgadas en las calles, el frío te cala, y si sales a hacer fotos apenas notas el tacto del botón de disparo en tu dedo congelado, a pesar de ello, hay quiénes van con su equipo por aquí y por allá. A todos esos fotógrafos les dedico ésta foto, que una luz siempre viene bien. Por no encontrar túnicas de la marca Gandalf™ en los outlet de la tierra media preferí abrigarme con ropajes más actuales y zapatillas cómodas.
La idea de la foto surgió en medio de otra sesión que estoy usando para preparar mi nuevo portfolio web. A parte de eso estoy editando muchas fotos de las últimas sesiones, aprovechando estos días más tranquilos para dedicarlos a la familia, y por qué no decirlo, a cargarnos la dieta con gusto y con una buena excusa de por medio.
Esperemos que el 2012 se porte bien, éste año que ahora se acaba empezó muy mal para muchas familias en Japón, visitar la exposición World Press Photo te recuerda también que la tierra sigue llena de conflictos e injusticias y que por desgracia no tiene pinta de terminar pronto.
Por suerte, hay gente que conserva el sentido del humor y el buen rollo, como mi compañero de cámaras y camareros Desenfocado, que año tras año me sorprende con sus tontunas navideñas, y este año no ha sido menos.
Aún recuerdo aquella bolsa cruzada, negra, e inmensa que siempre acompañaba a mis padres, mi hermana y mi hermano en todos los viajes. Dentro se acomodaba todo el equipo fotográfico que mi madre cargaba, ahora no recuerdo todos los componentes, pero se con toda seguridad que albergaba una cámara réflex de carrete Minolta X-300, una óptica de 50mm 1.7f, un flash, el manual de la cámara, y un cable disparador.
Me pasaba tardes enteras mirando a través del visor de la cámara, desenfocando y enfocando todo lo que veía a mi alrededor, era como entrar en un mundo de película. A los lados del visor tenías unos números qué se iluminaban según la luz de cada momento, obviamente, eso era la velocidad de obturación, que se iluminaban según las indicaciones del fotómetro.
Una de las fotos que hice a mi madre con la Minolta. Usé la exposición que marcaba el fotómetro sin el sol y re-encuadré, algo que me había enseñado mi hermano mayor.
Al ser una cámara de enfoque manual, tenías que hacer coincidir las líneas verticales que cruzaban una redonda partida por una línea horizontal en medio del visor. Recuerdo como me gustaba hacer fotos aunque no tuviera carrete, y cómo me mosqueaba que ya hubiera uno dentro y no pudiera disfrutar del sonido del obturador cuándo yo quería, ese carrete estaba esperando a que alguien llenara los 24 disparos de los que disponía.
Me leí varias veces el manual, en realidad, no leía demasiado, miraba las fotografías en blanco y negro que había dentro para ver si encontraba alguna función interesante, como por ejemplo el temporizador de 10 segundos. No recuerdo muy bien como aprendí el funcionamiento de todo aquello, simplemente crecí con esa información.
A veces me hacía con un carrete de 24 fotos y le pedía a mi madre que me dejara usar la cámara por casa. El padre de mi mejor amigo tenía una tienda de fotografía, así que no era tarea difícil conseguir uno. Una vez, no se dónde leí, que podías dejar el obturador abierto con un cable disparador, así que bajé todas las persianas del comedor y lo probé.
Resultó que si el flash estaba encima de la cámara, éste se disparaba cada pocos segundos, consiguiendo marcar en el carrete aquello que iluminaba a cada destello mientras yo me movía por la habitación. En las fotos aparecía como un fantasma, varias veces en la misma foto. No se como se me ocurrió sacar el flash de la cámara y pulsar yo mismo cuándo quisiera el botón, así podía aparecer con varios brazos en la misma foto, o multiplicar objetos e incluso billetes de 1000 pesetas. Incluso usé un mechero que había por casa, para ver cómo se marcaba la luz en las fotos mientras el obturador estaba abierto.
Ca…me…ha…me…..
Para colmo, las fotografías se tenían que revelar, y lo divertido del asunto es que la persona que las revelaba, es decir, el padre de mi amigo, las tenía que ver para poder revelarlas. Algunas veces se quedaba sorprendido de aquellas “tonterías” que hacía con la cámara e incluso habló con mi padre alguna vez sobre el tema.
Así que cuando alguien me pregunta ¿cómo empezó todo? no tengo ni idea, crecí con ésta cámara y más tarde con las Nikon de mi hermano, aunque también usó una Canon por un tiempo. Me encantaba ojear las National Geographic, para mi los fotógrafos que salían allí eran héroes, que podían dejarte sin aliento al ver sus fantásticas fotografías.
Mirando atrás me doy cuenta que la curiosidad y la imaginación son dos cosas que no debemos perder con los años si queremos mantenernos creativos.
También llegué a tener una compacta, tampoco era plan que un crío fuera por ahí con una cámara de 40 mil pesetas.
Tampoco creo que empezar con 11 años te haga ser mejor fotógrafo, una cosa son las horas que has dedicado a ello, y otra muy importante, el afán de superación y autocrítica, mejorando a cada paso foto que haces.
Si hay alguna foto que se está haciendo famosa ahora mismo, por desgracia, es el retrato de Steve Jobs por Albert Watson. Horas más tarde anunciar su muerte, Apple colgó en su página web la foto del famoso fotógrafo escocés. Vamos a ver qué historia hay detrás de esa foto.
Muchos fotógrafos que han retratado a Steve Jobs dicen que era todo un desafío. Es conocido que era alguien que controlaba hasta el mínimo detalle de su empresa, y eso lo trasladaba también en las sesiones fotográficas. William Mercer McLeod, cuándo aún era un asistente para Ed Kashi se encontró en una sesión con él: “entró en el set y empezó a mover las luces de un lado para otro. Luego llamó al director de arte en Nueva York y dijo que quería hacer algo diferente”, “…es la única persona a la que he visto hacer algo así”. Scott Thode, editor fotográfico de la revista Fortune, añade que la diferencia entre fotografiar un político y Jobs, era que Jobs tenía un gusto real sobre el diseño y el aspecto que tienen las cosas.
Albert Watson que sólo fotografió a Steve Jobs una vez, en 2006 para la revista Fortune, tuvo una experiencia diferente a la de otros fotógrafos. Watson se preparó muy bien la sesión, tanto en equipo (por ejemplo en luces rápidas en recargar), como en informarse bien y leer todo lo posible sobre Jobs para poder entablar una conversación de manera inteligente (luego hay quién dice que esto solo es apretar un botón).
Al entrar en la sesión, Jobs ni tan solo miró a Watson, empezó mirando todo el set y luego fijó su vista en la cámara de gran formato 4×5 de Watson como si fuera un dinosaurio.
-Wow, disparas en película.
-No tengo la sensación de que el digital esté aquí aún- respondió Watson.
-Estoy de acuerdo- Jobs se giró, miró a Watson y dijo -Pero llegaremos allí.
Jobs le dio a Watson alrededor de una hora más de lo que nunca ha dado a la mayoría de fotógrafos por una sesión de retratos. Watson quería hacer la sesión de manera minimalista porque sabía que iba a quedar bien con Jobs. Cuándo Jobs preguntó la típica pregunta “Qué quieres que haga?”, Watson respondió que quería contacto visual con la cámara y que pensara en el siguiente proyecto que tenía encima de la mesa, incluso le propuso pensar en situaciones en la que otras personas le habían retado para conseguir la emoción que quería.
“Si miras la fotografía, puedes ver la fuerza. Era mi intención que mirándole a él, supieras que era un hombre inteligente”, Watson sigue, “Luego escuché que ésta era su fotografía favorita de todas“.